Hoy nos ocuparemos de la gracia de Cristo, o dicho de otro modo, del sacerdocio de Jesús.

El sacerdote es un mediador que tiene características propias: ha de ser humano, recibir una vocación divina, consagrado por Dios, compasivo y misericordioso con los pecadores y que ejerza ese oficio de mediador entre Dios y los hombres por medio de la oración y el sacrificio para la santificación propia y de los hombres y para gloria de Dios.

El sacerdocio se ordena al culto de la religión y sus actos centrales son el sacrificio y la oración. A través de ellos el sacerdote lleva a Dios los deseos, las súplicas y los sacrificios de los hombres, y les comunica a éstos las gracias, el perdón de los pecados, la vida eterna y las cosas de Dios. Para que haya sacrificio es necesario que haya: víctima o cosa sensible que se ofrece, ministro oferente y acción sacrificial.

1.- En la Sagrada Escritura

El Antiguo Testamento ya nos dice que el Mesías tendrá un sacerdocio especial:Según el rito de Melquisedec: quien supera la mediación de los profetas, reyes, sacerdotes judíos y levitas (Sal 100: 1.4).
Será el “siervo de Yahvé” quien salvará al pueblo mediante su sacrificio (Is 42: 1-7).
Quien hará una alianza nueva en su sangre.

El Nuevo Testamento dará cumplimiento y plenitud a las profecías anunciadas en el Antiguo Testamento. En la Carta a los Hebreos se ve claramente la realidad de Cristo como Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza. Jesús es el Pontífice que está sentado a la diestra del trono de la Majestad de los cielos (Heb 8:1).









El sacerdocio de Cristo (y de sus sacerdotes) tiene los siguientes rasgos esenciales:Ha de ser un hombre, especialmente constituido por Dios para ofrecer dones y sacrificios: “Porque todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados” (Heb 5:1).
Ha de recibir una vocación divina para cumplir esa misión: “Y nadie se atribuye este honor, sino el que es llamado por Dios. De igual modo, Cristo no se apropió la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que se la otorgó el que le dijo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (Heb 5: 4-5).

La función mediadora de Cristo sacerdote es superior a todas las mediaciones del Antiguo Testamento (Heb 8:6). La realiza de modo especial a través de su muerte redentora (Heb 9:15).

Cuando el Nuevo Testamento habla del sacerdocio de Cristo no lo compara al sacerdocio levítico sino al de Melquisedec, pues éste establecerá un reino de Paz y Justicia (Heb 7: 1-2); será eterno (Heb 7:3); superior al del Antiguo Testamento (Heb 7: 11-19); perfecto y único (Heb 9: 11-14; 26-28). Y a través de su sacrificio sellará una Nueva Alianza (Heb 9:15).
2.- En la Tradición y Magisterio de la Iglesia

La realidad del sacerdocio de Cristo, tan claramente expuesta en la Sagrada Escritura, pasa a toda la Tradición de la Iglesia, de la que ya en los escritos de los Padres Apostólicos se encuentran testimonios muy gráficos. Así por ejemplo:San Clemente Romano habla de Cristo como el “Pontífice de nuestras oblaciones, patrono y auxiliador de nuestra debilidad” 1
San Policarpo de Esmirna subraya la eternidad del sacerdocio de Cristo: “Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, y el mismo sempiterno Pontífice, Jesucristo, Hijo de Dios, os edifique en la fe y en la verdad”.2

Por su parte, el Magisterio asume la realidad del sacerdocio de Cristo de un modo constante y universal. En ningún momento lo proclamó como dogma, pero siempre fue creído y defendido en todos los concilios en los que de un modo u otro se hablaba indirectamente del sacerdocio de Cristo. Por ejemplo: